miércoles, 16 de septiembre de 2009

Tributo del Subdesarrollo

El gobierno reaccionario de Ricardo Martinelli propone introducir un impuesto único, “flat tax”, que destruirá la capacidad para establecer una política fiscal progresista y redistributiva y amenaza con enclavar a Panamá en un modelo de subdesarrollo dependiente. La estructura económica de una nación es determinada en gran parte por su sistema de incentivos a la producción, siendo el principal los impuestos, los cuales recompensan y castigan distintos comportamientos sociales y económicos. Pero lejos de proponer medidas tributarias que conduzcan a un desarrollo protagonizado por las grandes mayorías, busca implementar un impuesto único que responde a los intereses nefastos de su círculo económico oligárquico y las transnacionales. Es deplorable, puesto que le roba a Panamá su capacidad de fijar tributos en base a necesidades y aspiraciones expresas, carcomiendo aún más nuestra pobre democracia, sometiéndonos a los vaivénes de los intereses comerciales foráneos que con mayor facilidad acapararan nuestro patrimonio.

Antecedentes Históricos

Los tributos han servido históricamente para incentivar o desincentivar el surgimiento y crecimiento estratégico de sectores económicos. Sirve para incentivar mediante tasas favorables a los sectores que conducen a un mayor desarrollo sostenible, como por ejemplo la industria tecnológica y manufacturera y el turismo. Igualmente sirve para desincentivar mediante tasas mayores a los negocios nocivos a la salud de los pueblos, como el alcohol y las armas, al igual que aquellos con mayor capacidad de pago, las transnacionales. Un famoso ejemplo es el del trabajo infantil en Estados Unidos, que al no poder prohibirlo por ley, simplemente se erigió un impuesto del 100% sobre toda empresa que contrate a menores de edad. Ejemplos notables también presentan las naciones asiáticas, quienes mediante la planificación económica y un sistema tributario que fomento la industrialización, mejoraron considerablemente su nivel de vida.

Panamá ha seguido una política fiscal inequitativa que incentiva prioritariamente a los sectores del comercio internacional, principalmente los portuarios, bancarios y de importación y reeexportación de mercancías. Son sectores que dejan cuantiosos beneficios para los grupos minoritarios que los controlan, pero que rinden muy poco a la nación, al generar en su mayoría capital que se fuga de Panamá, y además no son sectores multiplicadores de empleo. También han fomentado mediante los tributos la creación de una serie de enclaves turísticos, energéticos y de servicios, los cuales igualmente extraen nuestros recursos hacia el extranjero sin dejar beneficios verdaderos a nuestra economía. Esta estrategia tributaria es una reproducción del modelo que siguen gran parte de las naciones subdesarrolladas, que se someten a los dictámenes de las IFI´s (Instituciones Financieras Internacionales), construyendo una economía dependiente que crece de manera dañina para si misma, pero favorable para las naciones desarrolladas, sobretodo sus transnacionales y capital financiero. Una de las consecuencias nefastas de este modo de desarrollo es que crea una estructura social con unos pocos enclaves segregados de opulencia, los cuales están rodeados de un mar de pobreza y marginalidad, donde una multitud de trabajadores y empresas están sumidos en la informalidad y desprotección.

¿Qué es el Flat Tax?

Es un impuesto con una tasa única para todas las empresas irrespectivo de su tamaño y actividad. Busca simplificar la recolección de tributos e hipotéticamente facilitar la creación de nuevas empresas, al ser los impuestos más bajos y simples de calcular. Las tasas que supuestamente esta contemplando el gobierno son de entre 10 y 15%, prácticamente una reducción del 50% de las tasas vigentes (sin considerar los sectores exonerados que pagan tasas de por sí menores y la cuestión de cómo sustituir la renta perdida debido a la disminución).

¿Por qué es tan dañino el flat tax? Es un impuesto que beneficia a los sectores mas poderosos y privilegiados, grandes empresas y transnacionales, al reducirles irresponsablemente sus impuestos y por consiguiente, su deber ante el resto de la sociedad. Niega la posibilidad de un impuesto progresista, en otras palabras, aquel que tiene una tasa más baja para los que menos tienen, como las pequeñas y medianas empresas, y una tasa mas alta para los que mas tienen, los cuales tienen mayor capacidad para pagar un impuesto alto.

Es importante destacar el valor marginal del dinero en analizar el impuesto único. Para dar un ejemplo del concepto usando personas naturales: un trabajador que gana un salario de 1,000 balboas y paga 20% de impuesto, lo siente con mucha mas severidad que una persona que tiene un salario de 50,000 balboas y el mismo impuesto, ya que el valor de cada dólar adicional que tiene el que gana menos es mucho mas valioso/necesario para él, por lo que ese mismo porcentaje castiga mucho mas al que menos tiene.

Estamos negando la concepción moral y solidaria de que aquellos que han recibido los mayores frutos y beneficios del orden social imperante deben compensar de alguna manera por las desigualdades e inequidades que les permitió en primer lugar tener dicha opulencia. Todos los ciudadanos deben aportar su respectiva tajada a la sociedad, pero el impuesto único disminuye considerablemente el aporte de los que mas tienen, lo cual es indispensable para establecer una política redistributiva que combata la desigualdad y pobreza.

Pero no hay mayor condena del impuesto único que el hecho que le reste a la sociedad la capacidad democrática de fijar impuestos que incentiven y desincentivan las actividades económicas que la población valora o no. El pueblo pierde todo derecho de controlar el crecimiento económico, sometiéndose a los dictámenes de los sectores económicos más poderosos y sus doctrinas neoliberales.

La Ruta a Seguir

Panamá requiere de un sistema tributario que responda a las aspiraciones y necesidades expresas del pueblo, donde las grandes mayorías tengan la posibilidad de influir, para beneficio propio y colectivo, que tipos de tributos tendrá la nación, y por ende, que ruta de desarrollo desea seguir. Las decisiones fiscales no pueden estar en manos de sectores económicos comprometidos con sus propios intereses y serviles ante la influencia del capital internacional.

Tendríamos la expectativa que un control democrático sobre los tributos llevaría al fomento de la industria manufacturera y tecnológica, potenciando la creación masiva de empleos, al igual que un turismo sostenible fundamentando en la gestión local comunitaria. Pero un sistema tributario con controles democráticos no implica que Panamá deba prescindir de su papel como punto de encuentro estratégico. Debe crear una estructura tributaria que no sólo consolide a Panamá como intermediario entre naciones, pero a la vez asegure los beneficios del comercio internacional sean redistribuidos justamente en la nación.

Es nuestro deber moral no sólo como panameños, sino como seres humanos, rechazar el impuesto único, por ser contrario a los más profundos intereses de las grandes mayorías, y avanzar en nuestro compromiso indeclinable con la construcción desde abajo de una sociedad y economía mas justa y humana.