domingo, 26 de abril de 2009

L'Égalité


Judíos y obreros se topan en la ciudad capital

La igualdad constituye una de las más altas aspiraciones de los seres humanos, considerándose una verdad irrebatible que todos tenemos igual derecho a una vida plena. Desafortunadamente al pasar de la teoría a la realidad, encontramos que la igualdad es un fantasma, viéndonos en un mundo donde un mar de miseria y pobreza gravita alrededor de centros aislados de opulencia y riqueza. Ante esta contradicción entre la igualdad como convicción universal y la desigualdad como condición real, es necesario comprender que aunque nuestras sociedades consagran la igualdad política, esta igualdad no pasará de mera retórica hasta que reconozcamos que la precondición para toda clase de igualdad humana, es la igualdad económica.

Todos los seres humanos tenemos como objetivo fundamental el desarrollar nuestra potencialidad. Cada persona tiene un potencial distinto y propio, definido por sus aspiraciones, necesidades y añoranzas, las cuales constituyen una infinidad de posibles proyectos de vida. Pero este potencial humano no podrá desarrollarse si no existe igualdad en la posibilidad de concretarlo.

Si los seres humanos todos tenemos circunstancias económicas astronómicamente distintas, en otras palabras desiguales, algunos tendrán mayores medios de alcanzar su potencialidad, mientras que la necesidad obligara a las grandes mayorías a aceptar la servidumbre como único camino a la supervivencia. La desigualdad despoja a los hombres y mujeres del derecho a una vida plena, transformando la libertad en un privilegio de los pocos y poderosos. Miles de millones de seres humanos condenados a condiciones infrahumanas hasta antes de su nacimiento, atrapados entre la malnutrición y la mala educación, labores monótonas e inseguras y la ausencia de voz e influencia en las políticas que afectan sus vidas. ¿Cuántos genios, artistas, deportistas y científicos hemos sentenciado a mendigar? La desigualdad económica hace de nuestros pueblos no en dueños de sus vidas, sino en victimas de sus circunstancias, desde donde deben luchar contra condiciones oprobiosas para satisfacer sus necesidades esenciales.

Para lograr una sociedad basada en la igualdad, es necesario extirpar la desigualdad desde su raíz, en el sistema económico, donde se reproducen las relaciones opresivas que contaminan la totalidad de la sociedad. El cimiento del sistema se encuentra en los entes productivos, las empresas, donde la desigualdad está enmarcada en la organización interna jerárquica y en el control concentrado del capital. Estos entes se organizan como jerarquías piramidales de toma de decisión, con una cúspide segregada que controla el capital. Diseminar la igualdad requiere que la jerarquía autoritaria administrativa sea desplazada por relaciones democráticas entre todos los asociados, donde las decisiones de trabajo y compensación sean decididas de manera cooperativa y donde la posesión del capital este en manos de los asociados, la comunidad y la sociedad, para ser invertida de manera justa y equitativa y no retenida en manos de los poderosos. Transformar las bases económicas de la sociedad en entes igualitarios puede influir determinantemente en las relaciones humanas en todas las esferas sociales, buscando acabar con la desigualdad en todas sus manifestaciones.

Es importante afirmar que la búsqueda de la igualdad no implica crear una sociedad homogénea, donde no existan las diferencias, estemos obligados a poseer los mismos bienes materiales o no seamos compensados justamente por nuestro trabajo. Lejos de ello, debemos buscar la igualdad como condición para que exista la diversidad, igualdad en torno a tener los medios y condiciones para decidir en libertad como queremos vivir nuestra vida. Las diferencias entre seres humanos no deben ser debido a condiciones coercitivas sobre las cuales no podemos incidir, sino debido a nuestras decisiones libres. Cada cual tiene una aspiración en torno a las expectativas de su vida y debemos construir una sociedad donde esta diversidad de infinitas aspiraciones pueda ser satisfecha. Únicamente en esta armonía de la libertad e igualdad acabaremos con la opresión del hombre por el hombre y sembraremos la esperanza de un mundo donde todos podamos alcanzar aquel potencial ilimitado que vive dentro de cada uno de nosotros.